Cerré la tarde dormida
sobre la mesa de hierro del jardín
-como ese diario que me negué a escribir
condenándolo al destierro-
mientras las manos me sudaban
un blues venido a menos
que bailaba en blanco y negro
Saludé a la sombra del hoy
que ya se iba
y apenas hizo el gesto de saberme
con la prisa de encerrarse en el vacío
Agarré a la noche por los cuernos
me remangué los miedos aprendidos
y la piel de mis dedos se lanzó al vacío
para musitar un te quiero
que nadaba en el mar de los tinteros
ahogado en la tela del silencio
Desde entonces
mis manos sudan los colores
que le robaron
al tiempo que desperdiciaron
cuando no te conocía
Te amo...
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